Aniversario Sacerdotal P. Félix Arévalo y P. Pedro Caro
Aniversario Sacerdotal P. Félix Arévalo y P. Pedro Caro
30 Septiembre, 2015 Los comentarios están deshabilitados en Aniversario Sacerdotal P. Félix Arévalo y P. Pedro CaroEl pasado miércoles 23 de septiembre celebramos en nuestra Parroquia los aniversarios Sacerdotales de los Padres Félix Arévalo y Pedro Caro. Esta celebración se llevó a cabo en la Santa Misa de 19:00 hrs. que fue presidida por el Padre Félix, quien cumplió 60 años de ministerio Sacerdotal el jueves 24 de septiembre. Esta Misa contó con la participación de nuestro Obispo Mons. Gonzalo Duarte, nuestros Sacerdotes, Diáconos, Seminaristas y algunos agentes pastorales que prestan su servicio en nuestra comunidad apoyando también a los festejados.
La homilía fue realizada por nuestro Párroco P. Jorge Romero, palabras que te invitamos a repasar y reflexionar a continuación:
BREVE HOMILÍA EN LA MISA DE ANIVERSARIO SACERDOTAL
N° 60 DEL PADRE FELIX ARÉVALO Y N° 57 DEL PADRE PEDRO CARO
Aprecidos Amigos y Hermanos en el Señor
Estimados Hermanos Sacerdote, Religiosas
Queridos Padre Félix Arévalo (60) y Padre Pedro Caro
Hoy queremos alabar a Dios por el gran don de la vocación sacerdotal que el Señor les ha regalado. De corazón le agradezco a usted padre Félix quien nos preside esta tarde, que me haya permitido decir algunas palabras en esta magna ocasión en que, providencialmente la liturgia conmemora la figura del padre Pío de Pietrelcina.
Este año 2015 el Santo Padre Francisco nos ha convocado a celebrar un año jubilar que comienza el 8 de diciembre y culminará en la fiesta de Cristo Rey el próximo año. En este sentido damos gracias a Dios por la fe de ambos sacerdotes que hoy celebramos y que han demostrado en toda su vida. Una fe semejante a la de Abraham la que le ha movido a dejar su tierra natal y todas sus seguridades buscando ser fiel a esa fe y sus convicciones. Cómo no dar gracias a Dios cuando Él ha elegido a alguien y esa persona se abandona con todas sus fuerzas a un proyecto de vida que implica una confianza heroica en sus planes, aunque aquello signifique una gran cuota de sacrificio y a veces incomprensión. Esa es la fe del guerrero, del soldado de Cristo que no se amilana ante la adversidad, que sabe levantarse cuanto todo o todos caen. La fe que sostiene a los débiles, a los heridos, a los acusados injustamente. Es la actitud de María que en las bellas páginas del evangelio de Lucas recoge un preclaro modelo: “Hágase en mí según tu palabra”. De esto estamos agradecidos padre Félix y padre Pedro de ver lo que Dios puede hacer en una persona, que es cercana a nosotros los débiles, que indica un sendero seguro, que tiene puesta su confianza en el único sustento verdadero, no en las seguridades de este mundo, en los honores eclesiásticos o en la inteligencia humana, sino en la roca que es Cristo el Señor. Junto con ustedes podemos decir con el salmista: “Si Dios está con nosotros, quién puede estar contra nosotros?”.
En segundo lugar, queremos dar gracias a Dios por el amor que Él les ha regalado a ustedes hacia la Eucaristía y los sacramentos. En esta escuela de amor muchos han aprendido una relación primordial y estrecha con el sacramento del sacrificio de Cristo y su presencia real. El celebrarla diariamente, con amor y devoción ha sido la mejor escuela donde muchos de nosotros hemos podido beber y aprender cómo Dios debe ser adorado y honrado. Este alimento de vida eterna ha sido refugio y sustento para no desfallecer en este caminar de vida sacerdotal, que en ocasiones ha presentado episodios semejantes a la vida de los profetas bíblicos, los cuales debían cumplir una misión que para muchos era una locura o un absurdo. Cómo no recordar hoy al profeta Elías quien debió hacer frente a los profetas de Baal. Él solo. Sin más fuerza que la confianza en Dios, no había apoyo de nadie, ni de la gente, ni de las autoridades religiosas de la época. Sólo la oración venció en aquella batalla. La fe de Elías le valió para ser considerado el más grande profeta del Antiguo Testamento.
Quiero mencionar las palabras de Jesús, a propósito del sacramento de la reconciliación: “A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados y a quienes se los retengan le serán retenidos” Este maravilloso sacramento de la gracia y la misericordia divina al alcance del ser humano, tan propio del ministerio sacerdotal. Cuando en estos tiempos no se valora de manera adecuada incluso por los mismos ministros ordenados. Aquí surge un valioso y urgente llamado a volver a este sacramento celebrado de manera frecuente, gran fuente de conversión y santificación. Del mismo modo, la dirección espiritual en beneficio de tantas personas que buscan a Dios y han encontrado un instrumento dócil que sinceramente desea discernir lo que Dios quiere; esto no puede dejar de movernos nuevamente a dar gracias a Dios que utiliza instrumentos humanos para comunicarnos sus tesoros.
Una mención muy especial ocupará en estas pobres palabras el lugar que ha protagonizado en la vida sacerdotal de ustedes, la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y por lo tanto madre nuestra. Ella como buena madre se ha encargado de cuidarlos, instruirlos y llevarlos de la mano, los ha protegido en todos estos años de servicio pastoral. Pienso que debe brotar de nuestro corazón el mismo cántico de ella: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”. María nuestra madre sigue ejerciendo su labor de intercesora ante su Hijo Jesús y con solicitud maternal cuida de todos sus hijos para que lleguen al pleno conocimiento de la verdad. El mensaje de María en el Evangelio es siempre el mismo: “hagan todo lo que Él les diga”.
Apreciados padre Félix y padre Pedro, cómo no alegrarnos junto con ustedes por esta condición filial con relación a María. Los padres de la Iglesia la llaman la omnipotencia suplicante. También la conocemos como la corredentora, quien junto a su hijo en la cruz, asociada a sus dolores, ofreció la víctima inmaculada al Eterno por la redención de la humanidad. Ella es la que el concilio Vaticano II la denomina auxiliadora, socia de Cristo y abogada. Del mismo modo, afirma que ella es el ser más cercano a Cristo y al mismo tiempo más cercano a nosotros. Que su misión, luego de la Asunción a los cielos, no ha cesado de interceder por nosotros, sino que sigue procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna.
De esta participación vuestra en el sacerdocio de Cristo estamos agradecidos. El cumplir 60 años de vida ministerial en el caso del padre Félix y 57 años el padre Pedro, es un gran signo para estos tiempos donde se cuestiona la vida sacerdotal y no se logra percibir que la vida del sacerdote está llamada a mostrarse como una vocación de amor absoluto, que la consagración en la vida célibe es la anticipación de cómo seremos en la vida eterna donde no existirá el matrimonio y que la Iglesia debe cuidar como un gran tesoro. El que algunos no hayan sido fieles a esto no significa que se deba abolir el celibato, por ejemplo, como tampoco los que no han sido fieles al matrimonio sea motivo para abolir el sacramento del matrimonio.
Queridos padres, al concluir estas palabras sólo brota la gratitud a la cual nos unimos junto con ustedes también por todos aquellos que en sus vidas han sido importantes, comenzando por sus padres que les dieron la vida, por todos aquellos que les han brindado su cariño, su apoyo y amistad, que incluso algunos de ellos están aquí presentes, por todos ellos damos gracias a Dios y nos unimos a su acción de gracias la cual se prolongará algún día en la vida eterna, pues para ella estamos llamados. Sólo Él sabe el día y la hora en que nos llamará a cada uno, y así esperamos pacientes el momento en que el Señor nos invitará a su casa y en aquel momento podamos cantar también con el salmista: “Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”.
Invito a todos los presentes a consagrarnos nosotros y al mundo entero al Corazón Inmaculado de María:
Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A ti celestial princesa
Oh virgen sagrada María
Yo te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón.
Mírame con compasión
No me dejes madre mía.
Amén.