Carlos Suárez, seminarista: “Seguir al Señor en la vida sacerdotal o religiosa no es una carga, es un don”.

Carlos Suárez, seminarista: “Seguir al Señor en la vida sacerdotal o religiosa no es una carga, es un don”.

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Un momento especial en su camino al sacerdocio es el que se cristalizará mañana para Carlos Suárez Corail, seminarista de nuestra Parroquia, quien junto a sus compañeros de seminario, Sergio Herrera, César Flores y Mateo Umaña, recibirá este sábado 6 de agosto, la Ordenación Diaconal en tránsito, en una ceremonia eucarística que celebrará el Obispo de Valparaíso, monseñor Jorge Vega, en la Iglesia Catedral porteña, a las 10.00 horas.

Nacido en Quilpué, el 1 de mayo de 1992, hijo de Carlos Suárez y Jacqueline Corail , Carlos es integrante de una feliz familia que compone también junto a su hermana Lorena Francisca. Estudió en el colegio TAE de Quilpué, del cual luego pasó al Colegio Seminario San Rafael de Viña del Mar, retornando a su primer establecimiento para sellar allí sus últimos años de educación escolar.

Hoy es seminarista del Seminario Mayor Pontificio San Rafael de Lo Vásquez y Bachiller Canónico en Teología por la PUCV . Además, actualmente está cursando el cuarto año de Licenciatura en Ciencias y Artes Musicales en la misma PUCV.

Para conocer un poco más sobre Carlos y su caminar hacia la vida pastoral, compartimos con nuestra feligresía esta entrevista, a pocas horas de este nuevo paso.

  • Sabemos que según las Sagradas Escrituras y las Enseñanzas de la Iglesia, la ordenación sacerdortal es en primer lugar una Vocación.  Tu que estás avanzando por el camino hacia el sacerdocio ¿Cómo nació esta vocación?

“La vocación vino en primer lugar como un deseo de permanecer junto al Señor y su Iglesia en el servicio en mi parroquia de origen, la parroquia de los Sagrados Corazones de Jesús y María, ubicada en calle Peyronet en Quilpué. El día de mi primera comunión, con apenas 11 años de edad, sentí que lo que había vivido era tan valioso que no podía terminar allí. Así fue que me quedé participando activamente en la parroquia, y fui descubriendo que Dios me conducía a comprometerme cada vez más. Fue a los 14 años donde se me preguntó por primera vez si había pensado en el sacerdocio como una opción de vida, a lo cual respondí con un avergonzado y titubeante no. Pero a los 15 años, conociendo cada vez más de cerca el ministerio sacerdotal, me di cuenta que la pregunta aún seguía sin respuesta, pues no tenía razones para decir que no, en mi corazón de adolescente anidaba la inquietud sobre una posible vocación sacerdotal. Ese tiempo vivimos una linda experiencia de pastoral juvenil en la parroquia, que me marcó profundamente en la fe y en el deseo de seguir a Jesús de la mano del testimonio de los sacerdotes que conocí esos años. A la edad de 17 años decidí empezar un camino de discernimiento junto a mi párroco y luego junto al Seminario Mayor de nuestra diócesis, de tal manera que, una vez terminado el cuarto medio el año 2010, ingresé al Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez en marzo del año 2011, con 18 años de edad, ilusionado con poder estar junto al Señor y su Iglesia para servir. Mi familia ha sido un pilar importante este tiempo, pues son quienes me inculcaron la fe, y luego me apoyaron con el cariño, la cercanía y sus oraciones en todo este proceso desde la etapa de discernimiento vocacional”.

Carlos aparece al centro, junto a sus compañeros seminaristas Sergio Herrera (izq.) y Mateo Umaña.
  • En ese camino tan importante para la Fe, ¿cómo recibes hoy esta ordenación diaconal en tránsito?

“La ordenación la recibo como un don de la misericordia de Dios. Luego del hermoso mes y fiesta al Sagrado Corazón de Jesús que vivimos en nuestra parroquia vino la llamada a recibir el Orden Sagrado. Este tiempo para mí ha sido de mucha emoción, de recordar tantos momentos y personas que han pasado por mi vida, de volver a sentir esa inspiración vocacional que el Señor me regaló en la adolescencia, y de compartir la alegría de la llamada al ministerio con la comunidad parroquial y diocesana, con los amigos de siempre, con la familia, y con tantas personas de bien. Me siento sumamente indigno de tanto don, pues como dice San Pablo es un tesoro que se coloca en vasijas de barro. Pero mi confianza la pongo en el Señor y su Madre, la Virgen María, sabiendo que, aun pese a mis limitaciones y precariedades, la obra y la misión es suya, Él es siempre fiel, y es Él quien conduce a su Iglesia”.

En nuestra parroquia, Carlos junto a sus compañeros Sergio y Mateo, aparecen en esta imagen junto a nuestro párroco, presbítero Jorge Romero, y al diácono permanente Miguel Ormeño.
  • ¿Cuál será el sello en el que inspirarás tu camino evangelizador?

“Todo este tiempo ha sido para mí una constante búsqueda. En las diferentes experiencias formativas y de evangelización, y ahora al recibir el orden del diaconado, vuelven a resonar en mí las palabras de Jesús en el Sermón del Monte, que me quedaron grabadas desde el primer año de Seminario: “buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. En todo, buscar al Señor para amarle, seguirle y servirle, queriendo formar en mí un corazón semejante al suyo”.

  • Has permanecido en nuestra parroquia durante un importante periodo en este proceso que estás viviendo como seminarista, sirviendo junto a la comunidad pastoral y a los equipos de nuestra parroquia. ¿Qué mensaje de esperanza puedes compartir a la feligresía de Quilpué?

“A la parroquia del Rosario de Quilpué, transmitirle con inmenso cariño el deseo de perseverar en el don de la fe y de la misión. Ciertamente nos han tocado tiempos difíciles para la Iglesia, para Chile, y para la humanidad. Pero el Señor cuenta con nosotros, sabe bien Él que somos barro, y sin embargo, nos sigue llamando y animando a través de su Palabra y los Sacramentos en su Iglesia. No dejemos de perseverar en el camino del Evangelio y de la misión, pues allí se encuentra el sentido profundo de la existencia de la persona humana, que ha sido primereada por el amor y la gracia de Dios, manifestada en Cristo Jesús, quien murió y resucitó por nosotros, dándonos el Espíritu Santo. Es cierto que necesitamos sacerdotes y escasean las vocaciones no solo las sacerdotales, pero no dejemos de poner nuestra confianza en el Señor que seguirá llamando en medio de nuestras familias y comunidades. Él es el Buen Pastor que nunca abandona a su rebaño. De la mano de la oración y del Santo Rosario, de la Eucaristía y de la Caridad, seamos testimonio de Cristo en nuestra ciudad de Quilpué”.

Una de sus predilecciones: la música, que también ha puesto al servicio del Señor.
  • Por último, ¿Qué palabras puedes entregar a aquellas y aquellos jóvenes que hoy están en sintonía con Dios y en quienes está despertando la vocación sacerdotal y religiosa?

“A los jóvenes invitarles, con palabras del Papa Francisco, a “no balconear la fe”, sino más bien hacer la experiencia de dejarse amar y conducir por el Señor, y así ser en Él agentes evangelizadores en el hoy de la Iglesia y del mundo. Delante de Dios y de su Iglesia, no teman plantearse una vida entregada y consagrada a Cristo, aunque se oponga a los criterios del mundo de hoy. Seguir al Señor en la vida sacerdotal o religiosa no es una carga, es un don. Es cierto que sobre la juventud de hoy pesan muchas expectativas, intereses ideológicos, heridas, confusiones, dificultades, ofertas de variadas opciones de vida, y por supuesto, también deseos honestos de entregar la vida sea en tal o cual trabajo o profesión para la realización personal y social, así como alcanzar metas honestas de gratificación personal, como también la tentación del consumismo individualista y otros deseos deshonestos. Pero el Señor Jesús está a la puerta del corazón llamando, invitándonos a dejarlo todo y seguirle. La juventud de la vida no se pierde con Él, al contrario, encuentra una plenitud de sentido y gozo, según la enseñanza del mismo Señor, de que hay más alegría en dar (darse) que en recibir”.

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