El bautismo es un sacramento de fe y significa “sumergir”, “introducir en el agua”. La inmersión en el agua simboliza el acto de sepultar al creyente en la muerte de Cristo, con ello borramos el pecado original, y resucitamos con El como nueva criatura.
El bautismo nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, nos incorpora a su Familia, a la Iglesia, porque hemos recibido un mismo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo.
Por el bautismo, el Espíritu nos hace sacerdotes, profetas y reyes, imprime en nosotros un sello espiritual indeleble de nuestra pertenencia a Cristo y nos hace hijos de Dios.
Cuando se bautiza a los niños, la garantía que exige la Iglesia es la Fe de sus padres, padrinos y de la misma comunidad que acompaña y que lo recibe con alegría.